PLEGARIA
Señor Jesús de Nazareth
¡Toma mis manos y levántame!
Mis huesos se resquebrajan,
por el dolor y la angustia
de mis acusadores.
Pretenden arrebatar mi aliento;
siento un profundo dolor...
Acaso no soy de ellos?
Soy una golondrina solitaria
buscando un nido donde anidar
y no lo encuentro.
Olvidada, acabada estoy...
Mas tu señor,
con truenos y trompetas
tocaste las puertas de mi corazón afligido.
Sanas mis huesos y mi carne.
Me dices que no temas
porque tú estás conmigo,
y no he de temer
porque tu amor es infinito
y misericordioso.
Mis lágrimas no cesan de llorar.
Mi rostro es como un río caudaloso.
Mis perseguidores me acorralan y los buitres pululan por doquier.
Así como hiciste que el Mar Rojo se abriera,
para que tus hijos salieran de Egipto;
tu me has dado socorro
en este tiempo de turbulencia.
Enalteceré tu nombre,
daré gracias al Creador
en tiempos de gozo;
y en sus brazos me refugiaré
en tiempos de angustia y tempestad.
Tú eres mi consuelo, mi fortaleza,
Él único Dios en quien confío.
Enalteceré tu nombre por siempre
y para siempre.
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