SANADOR DE ALMAS
Señor Jesús de Nazareth, que sanaste al ciego y pudo ver;
que cubriste de amor a los leprosos y derramaste en ellos tu gracia
y una sanidad inigualable, y que muchos testificaron tu palabra;
En el interior de María Magdalena había un gran dolor y denigrada,
la rescataste de sus acusadores, y le sanaste el alma, transformándola
conforme a tu voluntad.
Cuando la hija de Jairo, sus padres consideraban que ya no estaba,
y acudieron a tí, mi Jesús, poniendo su fe y esperanza en tí,
¡Cuál fue la alegría de que al llegar a su vivienda, la niña estaba dormida!
Y Lázaro, a quien amabas, muchos ya decían que había transcurrido días,
y del lugar se expandía un hedor de calamidad y muerte,
más tu Poder Misericordioso, estremeció la tierra y Lázaro se levanta!
Resucita, por tu gran sanación!
Padeciste, señor Jesús, por nuestra causa, por nuestro pecados,
sin merecerlo, y en tu cruz, Dios Padre, cumple su palabra y resucitas!
El Gran Doctor de doctores! El Gran Sanador!
No hay ira, y odio, porque ablandas al corazón más duro;
No hay envidia y malediciencia, porque lo malo huye con tu inmenso poder!
Basta tener fe como un grano de mostaza, para que todo hombre sea sano
en cuerpo y alma.
Basta creer como la dama del flujo de sangre que tocó el borde de tu manto,
y quedó sana!
Basta creer, tener fe y mover montañas de sanidad,
porque para tí Señor Jesús no hay nada imposible.
Autora: Roxi I. Moreno
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